Benigno. Capítulo 5. Corte 4.

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Se da cuenta de que la observo.

-       Usted no suele venir por aquí a estas horas – pregunta como prologo a una amable sonrisa.

-       Si, digo no. Bueno es la primera vez – contesto como siempre con torpeza.

-       La primera vez… Bueno, siempre hay una primera vez. ¿A usted también le cuesta dormir?

-       No, realmente duermo bastante bien, pero hoy necesité levantarme antes – termino por explicarme con detalle, cosa inusual en mi.

-       Yo siempre vengo a esta hora aquí a tomar café. Luego voy a ver cómo están los peces.

-       ¿Los peces?- pregunto casi por inercia.

-       Si, los peces. ¿Quiere usted venir a verlos? No queda muy lejos.

No sé muy bien en qué consiste eso de ver los peces, pero esta mujer parece inofensiva. Me resulta  agradable estar en su compañía.

-       Por cierto me llamo Aurora. Combina bien con la luz que hay a estas horas en la calle – bromea mientras paga las dos consumiciones y abandona el local.

Yo ni siquiera le digo mi nombre. La sigo como un autómata.

Al salir a la calle se enciende un novel y aspira el humo hasta los pies.

-       No me gusta fumar en los sitios donde hay otras personas. De sobra se que les perjudico. ¿Usted fuma? – pregunta mientras se mira el bajo del pantalón.

-       No, no fumo.

-       Hace usted muy bien. Sabe que si yo me hubiese fumado un cigarrillo a su lado hace unos instantes, sus pulmones disfrutarían de un miligramo de dioxido de carbono por cortesía de Aurora – comentó como si Eduard Punset hubiera bajado a la calle montado en una célula madre y hubiese hecho la misma reflexión.

Apenas le contesté. Me limité a seguirla. Andamos algunas manzanas por la avenida del puerto hasta llegar a una tienda de animales que hace esquina. Ella abre la puerta y comenta para si misma que los peces están dentro porque necesitan de oscuridad por la noche.

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