martes, 8 de febrero de 2011

Benigno. Capítulo 3. Corte 3.

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Me siento en la silla del teléfono y me dedico a observarla. Hay algo mágico en ella.
Ángela  entra en la habitación y con un gesto le señalo que no haga ruido. Se acerca a la ventana y casi me susurra.

-       Ha venido porque no tiene donde ir.
-       ¿Tú crees? – pregunto sin dejar de observar a mi sobrina.
-       Eso se nota. Tú debes ser lo único parecido a un familiar que le queda en este mundo.
-       ¿Parecido? Yo soy su tío.
-       ¿Sí? – cuestiona con suficiencia -  ¿Qué sabes de ella? O mejor dicho qué sabe ella de ti. Por lo visto tu hermano le dijo que eres cocinero y que tienes tu restaurante propio. ¿Qué? ¿Cómo se te queda el cuerpo? – Ironizó Ángela, pero esta vez no sonreía, lo decía muy sería.

Esto no me sonaba extraño. Tal vez había exagerado un poco en las cartas con motivo de la navidad que le enviaba a Antonio. Tal vez no debí decirle lo de que tenía un restaurante propio. Lo de ser cocinero no era del todo falso. Bueno, en realidad jamás pensé que estaría en esta situación.

-       Tendré que aclararlo con ella – afirmé casi arrepentido pero sin confesar a Ángela mis mentiras. Ella tampoco preguntó.
-       Tu hermano también le dijo a la chica que tú te encargarías  de ella si algo le pasabal. Eso es lo que me ha contado cuando me la he encontrado sentada en el portal.

3 comentarios:

  1. Gostei do desenho. Tão poucos traços e tão expressivo.

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  2. Lara, no he podido darte la enhorabuena hasta ahora por este nuevo blog, lleno de buenas acuarelas (la de los tejados y la de Benigno en el diván son geniales), de buena música (la de Antony and the Johnsons es estupenda y la de “Summer In The City” qué gracia que hace unos días que la canto...) y de relatos que enganchan con tu manera de narrar.
    Realmente, me ratifico en que este Benigno es muy digno, incluso en la consulta de la invidente psicóloga, incluso manejando la freidora en "su" negocio, e incluso mirando de soslayo a su sobrina Julia, a la que no sabe cómo tratar, pues no puede desprenderse de ella como de Rosa...
    En fin, que aunque tengo poco tiempo, pero aquí estoy, enganchada hasta la médula...
    Un abrazo y felicidades de nuevo.

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  3. todos nos mentimos
    pero hay quienes lo olvidan y ya no distinguen lo real de lo irreal

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