jueves, 10 de febrero de 2011

Benigno. Capítulo 3. Corte 4.

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Son casi las diez de la noche. Esta criatura estaba exhausta, lleva durmiendo toda la tarde. Entre Ángela y yo la habíamos trasladado a la habitación de invitados que tenía en su casa. A pesar del traqueteo no se había despertado.
Suena el timbre de mi puerta y aparecen las dos.
-       Creo que tenéis cosas de las que hablar – afirma mi vecina con tono de complicidad, no sé si hacia ella o hacia mí.
Julia entra en el apartamento, momento en que Ángela aprovecha para informarme de que ha estado un buen rato llorando, pero me advierte que no me preocupe por ello. Muy al contrario de lo que yo pudiese pensar, llorar es bueno en estas situaciones.
Cuando perdemos a alguien, es mejor llorar. Se llama duelo, palabra que proviene de doler. Me explica como si yo acabase de aterrizar  desde el planeta Marte.
-       ¿Cómo te encuentras?
-       Triste.
-       Es normal, se trata de una importante pérdida. Me imagino que será muy doloroso – comento dejándome llevar por mi “asesora” en “duelos y quebrantos”.
-       ¿Tú no lo estás? Triste – aclara abriendo mucho los ojos.
-       Julia, verás. A mí me cuesta expresar los sentimientos.
No dice nada, me mira, y parece que da por sentado que esto es así.
-       Hay algo que debo decirte – intento confesar mis mentiras.
-       Si, tío, yo también debo decirte algo -  me interrumpe algo más animada – Yo – titubea – he venido porque mi padre me dijo una vez que tú eras el único familiar que teníamos, pero sobre todo he venido porque siento pasión por la cocina – sus ojos cada vez son más grandes, tanto que parecen que quisieran abandonar su cara – Me gustaría tanto aprender cosas de ti.
Mientras mi estomago se encoge, me confiesa que siempre ha soñado con trabajar en un buen restaurante. Que ha cursado un módulo de cocina en la escuela Hoffman de Barcelona y que tantas y tantas veces le había hecho prometer a su padre que vendrían a Valencia a conocerme.
Por  momentos me pregunto cómo podía encajar en la mente de esta chiquilla el que un cocinero de cierto prestigio viviese en aquel humilde apartamento. Sólo su cansancio y el abatamiento que sufría explicaban su falta de percepción del entorno.


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2 comentarios:

  1. Me encanta el rumbo que está tomando la historia...me cae tan bien Benigno...
    gracias por el relato. La ilustración, esa dualidad..eres muy bueno
    un abrazo

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  2. Y que a veces cada uno cree lo que le interesa creer.

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