miércoles, 16 de febrero de 2011

Benigno. Capítulo 4. Corte 3.

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Otra película en la que me vino a la cabeza el hostal fue “el resplandor”. Aquella niña con un  triciclo por los pasillos, o , ¿Tal vez era un niño? No se…
Durante toda mi infancia y buena parte de mi adolescencia el cine fue uno de mis grandes aliados contra la soledad.
La tia Manuela tenía un amigo en la filmoteca valenciana que doblaba turno en los cines ABC. Me dejaba pasar gratis, incluso me dejaba entrar a la cabina cuando las películas no eran autorizadas para todos los públicos. Este tipo pensaba que las cosas estaban ahí, y no había porque prohibirlas. Supongo que cuando años después lo detuvieron por estafa, los policías no pensaban lo mismo.
El caso es que la tía tenía muchos amigos, muchos. Algunos venían a verla a casa y otros preferían verse con ella en el hostal.
Era puta. Si, muy puta. Pero yo de esto no me percaté hasta que no ingresé en el colegio.
Siempre que venía algún “amigo”, cosa frecuente en estas profesiones, me tenía que bajar a la calle. Lloviese, hiciese calor, daba igual, yo me bajaba a la calle.
De haber vivido en un barrio periférico hubiese podido jugar con otros niños. Pero en el centro sólo había casinos, bingos, cafeterías con maquinas tragaperras y comercios de rancio abolengo. Ah si, y más casas de putas.
De este modo decidí conocer la ciudad ganandole unos cuantos pasos a mis miedos cada día.

3 comentarios:

  1. bastante cuerdo está Beningo,...
    gracias por este relato
    un abrazo

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  2. era niño
    el hijo de Jack

    y la tía
    me gusta que sea puta
    en la ficción
    porque es más fácil así
    para poder leer
    la vida de una puta
    sin alterarme

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